sábado, 23 de mayo de 2009

Cecilia Carmona


No regresan las almas, solo se olvidan

El poeta esta salvo lejos
de toda complejidad,
cercano a la infortuna,
entre la soledad de su
tinta y el permiso de la
gloria, de su orgullo.

No tiene permiso, se cree
libre, se piensa débil y
sale por las calles. Sin
razón vuelve a su alma
arrebatada, pero vuelve.
Solo dice que vuelve.

Mientras tanto allá se nublan
miles de almas en rincones
dormidos, en telarañas
construidas sobre pilares
orgiásticos; imploran
encontrarse ¡Pobres!

Ellas mueren, en placeres
controlables te temen y
nunca llega su dicha, se
consuelan perdiendo con
demonios conocidos.

Se pudren en rezos
agradecidos y juran
encontrar la paz. Y
coronan mercados con
velas adormecidas.

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Entierro Constante

Sonido perpetuo que penetra mis días lúcidos
esperando una vaga alegría, inmortalidad ocasional,
calla brotes mi sepulcro, consuela muerte mis cenizas.
Oprimes recuerdos entre sedas calladas que
desvelan mis lamentos y entorpecen mis caricias.
Despierto hundido en protestas de mis dedos,
la humedad brota de nostalgia y el reflejo produce los llantos.
El aroma, goce perfecto, guarda tierras soñadas,
infiel consuelo de amarga voluntad.
Ausente mutilas la angustia de mis sufrimientos y
apagada la aventura de los atardeceres fragmentados,
se encierra la fortuna del domingo prudente, que
tranquiliza las noches flageladas entre las razones.
Oídos olvidan promesas enterradas, alas
temporales envuelven mi tristeza y, abandonado
en dolor, nace ilusión,
fuego,
destino,
palabra,
muerte.

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