sábado, 27 de septiembre de 2008

ISMAEL ANTONIO BORUNDA MAGALLANES

Mi cuento fantástico

Había una vez… pero ya no.

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Poema Masmedular que decidió convertirse en cuento

Crepúsculo incógnito reacio
Suculento declive azaroso
Vierten cuclillas errantes guisantes macronómicos
Cucurbitáceo circo arisco malvavisco
Cuita tanta arenga indiscreta
Pudor límpido masacrado
Esperpento estrepitoso amalgama trama andante
Desorbitando cabos magros contra triste…

El hombre recitó la lista para sí una y otra vez, como repiqueteándose la cabeza hasta abrirla y descubrir la respuesta.
Pero tras la más ardua y angustiosa sesión reflexiva, no tuvo más remedio que aceptar que no sabía cuál era el tumor de gran malignidad que se origina en la cápsula suprarrenal, que empieza con “S”, y que tiene 14 letras (el que él conocía era de 15), entregarse a al fin a la mediocridad de la que había logrado escapara durante tanto tiempo, atribuyéndose la gloria-particularísima, sin duda- de nunca haber dejado un crucigrama sin contestar.

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La trágica anécdota de un hombre de letras

Es sin duda extraño, y quizá repulsivo, el sentimiento que me asalta, pero estoy seguro que cualquiera comprendería mi situación, siendo yo desde pequeño iniciado en el mundo de las letras, inclinado hacia ellas en humor y espíritu. Conocen todos mi fascinación por la narrativa breve y la poesía barroca, y mis azarosos intentos en la creación, agraciadamente homenajeados por amigos y críticos. Mi dedicada carrera al estudio de las manifestaciones europeas de la influencia hispanoamericana, que me valió un feliz paso por Oxford, aunque haya debido ser a distancia por mi repentino matrimonio con Angélica, la catedrática de física que me cautivó con discusiones teológicas entre Russel y Unamuno, y por aferrarse a la ridícula idea de que podía ganarle una partida de ajedrez.
Más que acreditada está la formación de nuestro pequeño Alonso, nombre más lógico que matemático, esforzada en el desarrollo del intelecto, dejándonos estupefactos cuando descubrió que el borreguito estaba en la cajita antes que el mismo principito, y nos prometimos nunca vivir a través de sus propios sueños.
Pero ahora no puedo abandonar, a pesar del incontenible orgullo paternal, un maldito dejo de fastidio y hasta vergüenza que me produce no poder sentarme en la sala de mis casa sin tener que mirar el trofeo del campeonato que el pequeño ganó para su equipo con el último gol de la temporada.

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Toñismo Monterrosista

-¡Carajo! ¿Y el dinosaurio?

1 comentario:

David Alejandro dijo...

Hey pues muchas gracias por haber publicado. Me gustaron tus cuentos sobretodo el de Toñisimo monrerrosista, jejje muy bueno.