sábado, 27 de septiembre de 2008

JESÚS EDUARDO MORALES HERNÁNDEZ

EL ESLABÓN
Erase un eslabón pequeñito, sujetado a sus hermanos, brillando, crujiendo, sonando. Sus bracillos estirados, agarrado con las uñas a su padre, a su madre, formando lo que se llama “cadena”; luciendo, tronando, colgando. Y ya no quiso estar estirado, haciendo la cíclica fila, reventó la unión perfecta de otros como él; abriendo, rompiendo, cayendo. En el suelo ya yace el eslabón pequeñito, ¿de qué le sirve ser de oro si ya no es atadero? Llorando, gritando, penando, su sueño de libertad.


DANTE
Dante era un chico oscuro, tan oscuro que se murió en un hoyo. De lo único que se sintió orgulloso en vida… o en muerte, fue de su fosa.


WIDO
Wido redactó una invitación. Era una reunión para élite culterana del nuevo milenio. Tras sus grandes y gruesas gafas que le cubrían tres cuartas partes de la cara, Wido acumulaba sus ocho años. La reunión incluiría a todo aquel que fuera digno de establecer conversación con el pequeñín superdotado. Colocó una mesa en el jardín. Arrastró doce sillas galantemente adornadas. La convención empezaba a las cinco. Se sentó a esperar, dieron las siete y nadie llegó. Entonces lloró amargamente, ese era su último intento por no estar solo. Luego recordó: la única invitación enviada se la envió a él mismo.


DERIVA TIRRENA
Erase algo común, navegar sin la presencia de mujer amante. El resultado: mezcla de voces sicilianas, napolitanas y latinas. En resumen: carencia completa de endecasílabos. Se acomodó la gorra de manta, su canción curiosa se refugiaba en aridez de retórica. Se aseguraba de parecer buen capitán, con métrica, con sistema. Él era Ciullo, marino con nombre de poeta.
-Y ahora que estamos malditos ¿qué hacemos? –Preguntó un tuerto.
La vida de barcazas era solo un episodio vulgar, un romance rústico.
-Vuestra cabeza ha de estar llena de leña –Respondía Ciullo, saboreando las burbujas de saliva al tronido del toscano–. Dadle vino, que iré a acompañarla.
Sonrió el capitán al momento en que la castidad se le esfumaba del rostro. Ella en el camarote bebió, y al abrirse la puerta sintió el peor de los pánicos.


REYNALDO RESINA
Caminaba el joven Reynaldo con su galante sonrisa, con su lunar erizado, con su pelo enmelado. Balanceaba sus brazos al ritmo de la voz popular. Pasó por enfrente de un escaparate, y de un vistazo en el reflejo del cristal, creyó ver uno de sus cabellos fuera de lugar. Su pena fue tanta que no dudó en reparar el asunto: consiguió vaselina encantada. La vaselina encantada se obtiene al exprimir el corazón de un relamido. Reynaldo, un Elvis fuera de época, no conocía otro emperifollado a costra más que él, así que se exprimió su propio corazón. El espejo fue padrino del ritual. ¡Qué doloroso conseguir el ansiado gel!, pero la satisfacción de untarlo en la viscosa melena valió todo esfuerzo. Entonces recordó el hueco en su pecho por la ausencia del corazón, y tras un episodio de terror murió revolcándose en el suelo. Sus padres jamás pudieron separar el cadáver del suelo; su cabello, adherido a la loseta, presumía las virtudes del mejor pegamento.


OMEGA
Para terminar con la creación de la fauna, Diosito le enseñó al perro, mediante el ejemplo, como orinar levantando la pata.


EL REGALO ATRASADO
Ya el moño estaba caído, listones y envoltura al suelo. Sin sonrisas porque dejó de ser deseado. Fue olvidado después de quince minutos. Se extravió, mas no pesaba.
-¿Qué hay adentro?- Pregunta quien creció.
-¡Pues tu pinche ego!- Responde el tío campesino.


PAR DE DOS
Sumido en la tristeza, el exnovio se dirige a la exnovia. Sentados en verde banca de parque él decide romper el silencio.
-¿Sabes? Todas las noches deseo morirme –Dice él.
-¿Qué puedo hacer por ti? –Concede ella.
-Ayúdame a encontrar la manera de morir –Habla él.
-¡Nunca! Regresa a mí, pero no para morir –Grita ella.
Se prolonga un silencio.
-¿Sabes qué amor? Voy a volver a terapia, esto no es normal –Admite él.
-Deberías dejar de pensar que es anormal por lo que estas pasando. Todos sufrimos y la mayoría algunas veces deseamos morir. Es cuestión de madurez y eso no te lo dan pagando sesiones –Dice ella tratando de hacerlo entender.
-¡Tienes razón! –Exclama él decidido– ¿Cuánto te debo?...


TRES VALIENTES
El madero dolorido se consumía sostenido por la mano. La antorcha quema. El charro cabalga. La flama le dijo al caballo que su jinete tenía melladas las espuelas. El rocín contestó: “¡Antorcha, tu no sientes los piquetes!”.


CONSONANTES
La letra “L” porfiada, llorando tildes bajo la cama por su amor a la brumosa “N”. Mas parco ha de ser su anhelo, pues entre su costado y el de ella siempre se entrometerá la “M”.


MARIOTO
Si los muertos no se saben muertos es porque se enamoran de los vivos. ¿Y quién podrá negarlo en el caso de Marioto, el gato albino de la calle 29?
Se raspa el pelambre en todas las paredes de la casa, con ganas de no sentir frío. A veces se va para cadenciar su cola en otros aires, y deja sola a Ana Karen Medina González, pero no puede dejar de extrañar a Ana Karen Mediana González y regresa. A veces se va a pasear al parque Urueta para lanzarse en el resbaladero de cemento o comerse el helado que a los niños se les cae a la baqueta. A las madres responsables les da miedo Marioto porque no parpadea. A las madres irresponsables también les da miedo Marioto porque no parpadea.
Marioto solo admira a dos clases de seres humanos, a los contorsionistas y a los bebés; a los primeros los imita al erizarse y los segundos al maullar. Marioto solo ama a un ser humano, a Ana Karen Mediana González. Este gato tiene huesos de más pero no se nota, y aborrece, odia con todas su fuerzas a la iglesia, el templo puntiagudo de la Santos Degollado. Para el esos vidrios y esas campanas deforman la penumbra del parque y el grafiti. Jamás ha de acercarse el gato a la iglesia. Si por error y casualidad Marioto queda cerca del templo, sus músculos de felino escuálido se crispan y su rostro cual plato se traba. Entonces empieza a caminar de espaldas, como video en reversa, y así se va pasito a pasito, con los pómulos bigotudos y tensos.
En una de esas, Marioto con su marcha invertida, se bajó de la acera sin voltear. No había otra forma de ser Marioto más que con su repelente de ángeles. Y una camioneta lo aplastó. El chicloso albino que se muere, y no quiere morirse porque Ana Karen Medina González no se va a morir con él. Pero si se murió el gato. Luego unos vendedores de fruta quitaron su cadáver, casi puro pellejo, del pavimento. Lo aventaron a una zanja de árbol. Para Marioto todo era pavor porque ya no estaba vivo, así que cuando la gentuza dejó de reírse de su cuerpo rasgado y se fueron a dormir, él se levantó y de un latigazo alineó sus miembros.
Ya hubo un nuevo gato, que no tiene cuerpo, pero parece tener cuerpo. El nuevo gato volteó y gritó como sus viejas amigas la viudas, nadie se despide de su antiguo traje sin alterarse, pero bien sabía que era necesario. Se fue a casa con más apuro que de costumbre. Entra. La pobre Ana Karen Medina González saluda a su minino, le hace monerías y patéticas caricias, lo deja… y ni siquiera se dio cuenta de que estaba muerto.

2 comentarios:

David Alejandro dijo...

Lalo, mi querido director, me han gustado mucho sus textos, gracias por haber publicado,te invitamos a que continues y cualquier nueva creacion nos la hagas llegar.

un saludo.

ROMPECABEZAS FILMS dijo...

Gracias David!
Pues eso esperemos, porque hay que seguir publicando, creo que en la facultad abunda el talento. Por cierto, voy a poner un link desde el blog de rompekabezas films para acá vale?
Un saludo